SU MIRADA
Otra vez esa estación, la más antigua
de toda la ciudad, a la que he acudido desde pequeña siempre que
hacíamos un viaje. Sin embargo, esta vez es diferente, siento que
algo va a pasar y no puedo imaginarlo. Una sensación extraña que me
obliga a observar hasta el más mínimo detalle de mi alrededor.
Ahora mismo sabría decir cuantos botones tiene la gabardina del
señor mayor del otro andén y el número de macetas de toda la
estación, pero soy incapaz de imaginar el acontecimiento que mi
corazón está intentando advertirme. Pero como todo en esta vida,
los sucesos más importantes transcurren en apenas dos segundos.
Una mirada, una mirada fue suficiente
para olvidarme de todo lo que me rodeaba, dejé de indagar, ya lo
había encontrado. Esa mirada era lo que buscaba, pero no era posible
que una simple mirada fuera lo que buscaba. Tenía que haber algo
más, algo que no conseguía adivinar…
Unos ojos almendrados de un marrón
avellana con largas pestañas me observaban desde el otro lado del
andén. Entonces lo supe, esos ojos me eran familiares, los había
visto antes. Exactamente cuando tenía cinco años si no recordaba
mal. Un verano en el que mis padres me llevaron de vacaciones a un
pequeño pueblo al lado de la playa donde vivían unos amigos.
Allí la conocí, se llamaba Alicia,
tenía mi edad, era alta con largos cabellos castaños que caían
sobre su espalda mientras unos juguetones ojos contemplaban su
alrededor y se divertían con la vista. Le encantaba reírse,
salpicar en el agua y hacer castillos de arena siempre que podía.
Desde que nos conocimos fuimos inseparables, siempre estábamos
juntos, era como tener una hermana de verano. Era graciosa, dulce,
simpática, extrovertida…Era genial, pero llegó el último día de
verano, y sentados en la arena rodeados por el océano interminable y
la fina arena nos prometimos que todas los veranos de nuestra vida
los pasaríamos juntos. Era una promesa de niños, eso no se puede
negar, pero había algo que la hizo verdadera. Cuando lo prometimos
se acercó divertida y depositó en mis labios una promesa que no
cumplí.
Hoy la he vuelto a ver y esta vez no
iba a dejar pasar la ocasión; grité, grité con todas mis fuerzas
su nombre, y en un grito entre felicidad y desesperación se giró,
me miró y sonrió. Hay una cosa que se aprende con la edad y es que
no se comete el mismo error dos veces.
Gracias Marie por participar :)
Es genial..
ResponderEliminarUn saludito desde Mundo Paralelo
LauNeluc
muchas gracias :)
ResponderEliminarA mi también me gusta mucho , es muy bonito :)
ResponderEliminar*_* Es precioso, me ha gustado mucho. Casi gritaba yo también su nombre jeje
ResponderEliminarUn beso
Es un muy buen relato con el que nos enseñas que no debemos desaprovechar una segunda oportunidad.
ResponderEliminarFelicidades!!